La lavanda es una planta perenne, la cual que pertenece a la familia de las lamiáceas, con un diseño muy característico. Tiene un tallo fino de color verde y una inflorescencia en la parte superior de color morado, capaces de alcanzar el metro y medio de altura.
Es un arbusto utilizado desde hace hace mucho tiempo atrás como planta medicinal para aliviar el estrés. También ses conocida por los aceites esenciales de lavanda empleados en la cocina. Además posee un característico olor que hacen de la flor de lavanda una planta aromática muy querida por la industria de los perfumes..
El sustrato de estas plantas ha de ser alto, con un pH superior a 7, preferiblemente alcalino. Si no sabemos que suelo emplear para cultivar lavanda, la mejor opción es utilizar un sustrato específico.
Al contrario del cactus o cualquier otra planta suculenta, el suelo de la lavanda ha de ser un poroso, para la correcta circulación del aire. Esto evitará que no se forme retenciones de agua puesto que las raíces de esta plantas son muy sensibles y pueden pudrirse con suma facilidad.
La lavanda de por sí no necesita fertilizantes, no es recomendable ya que es una especie capaz de resistir duras condiciones meteorológicas. No obstante si queremos tener la lavanda en las mejores condiciones posibles utilizaremos un fertilizante de 20.10-10 de N-P-K respectivamente.
La flor de lavanda ha de recibir los rayos de sol de forma directa porque a parte de producir un aroma muy querido por el público atrae a muchos insectos. Resiste temperaturas comprendidas entre los -10 y 150ºC ¿qué barbaridad! por lo que no debemos preocuparnos por la temperatura del exterior.
Tal y como hemos dicho anteriormente es una planta muy resistente, capaz de resistir condiciones meteorológicas muy diversas, como las crasas. Por ese motivo y porque las plantas se ahogan fácilmente el riego ha de ser moderado.
La frecuencia ha de ser de una vez cada 12/14 días en meses cálidos aunque en climas muy calurosos como el sur de Andalucía en verano sería mas conveniente hacerlo cada 8 o 10 días. Por otro lado, en épocas frías habría que hacerlo 1 vez cada 12 días pero siempre y cuando el suelo esté seco. Si aún está húmedo esperamos un poco antes de volver a regar.
Otro factor a tener en cuenta es la zona de regado, que deberemos procurar que no caiga agua en las flores porque se marchitarían y perderían su característico aroma. Apunta al tallo de la lavanda y evita que el riego no sea muy profundo si no dispones de un suelo que drene mucho, para que no se estropeen sus raíces.
Como hemos explicado, es una planta que resiste unas duras condiciones meteorológicas por lo que son fáciles de cultivar. La mejor época para plantarlas es a principios de otoño y prestar mucha atención en esta etapa, que es cuando más vulnerables se encuentran.
Puedes plantar lavandas de dos formas; mediante esquejes o con semillas.
• Esquejes: Los tallos han de ser de unos 10 cm más o menos de largo, después tendrás que cortar las ramitas por la mitad e introducirlas en un hoyo de unos 15cm de profundidad.
• Semillas: Para ello solamente tienes que introducir las semillas en el lugar donde decidas plantarlas.
Tanto si decides plantar lavanda mediante esquejes o semillas deberás dejar una distancia de medio metro ente ambas. Si es por maceta tendrás que replantarlas cada primavera.
A comienzos de primavera deberás podar las malas hierbas que le crecen a la lavanda o cortarla de manera que no supere mitad del propio tamaño. No solo estimularemos a la plantar a brotar nuevas ramas, sino que evitarás plagas y enfermedades como la Meligetes, Cuscuta o Phota.